El otro día comentaba un compañero la relevancia que estaban adquiriendo los puestos intermedios en el sector veterinario. Y no podía estar más de acuerdo con ello. Le contestaba proponiéndole una metáfora con las neuronas de un ser vivo, ya que esos puestos tienen como misión principal establecer el contacto entre el Sistema Nervioso Central (dirección central) y los equipos veterinarios (extremidades).
Durante muchos años la gestión de las clínicas veterinarias es algo que se ha realizado de manera individual por gerentes y propietarios, y en muchos casos, de una forma algo rudimentaria, al no tener el atractivo suficiente para el veterinario, y poseer poca formación para ello, pese al enorme peso que tiene sobre el rendimiento del negocio.
Los primeros grupos de clínicas que se formaron, aportaban ayuda en muchos temas, incluido este, pero el veterinario-jefe era el que tenía que seguir encargándose de ello, con mayor o menor destreza.
Una vez que empiezan a llegar los grandes grupos y comienzan a adquirir clínicas y hospitales, la cosa invita a que cómo es un sector o país nuevo para ellos, poner en puestos centrales a gente del sector, ya que son los mayores conocedores de su funcionamiento. Pero de un tiempo hasta ahora tengo la sensación de que en algunos casos trata de huirse de todo aquello que «huela» a veterinario, es como si no hubiera la certeza de que éstos sean capaces de saber obtener rendimiento del negocio. Y posiblemente sean decisiones acertadas, quién mejor que personas que llevan muchísima experiencia en su mochila gestionando empresas de todo tipo, aunque nada tengan que ver con la veterinaria.
Yo no voy a entrar en un debate de si en puestos altos debieran haber mas o menos veterinarios, pero lo que si veo clave es no perder la perspectiva veterinaria. El tomar decisiones sin conocer el funcionamiento de las clínicas y sus equipos, procedimientos, campañas, necesidades de formación, etc. es como tirarse un tiro en el pie.
Y es aquí donde entran los puestos intermedios, CBM, BDD, BSM, o como quieran llamarlos. Mucha estructura central, con grandes departamentos altamente cualificados a un lado, y centros con profesionales más o menos top, dejándose la piel en el día a día. La conexión entre ambos lados es clave, sin ella no hay negocio.
Hay 3 campos principales donde tienen que trabajar estas personas, y en cada uno de ellos habrá que desarrollar unas habilidades bien distintas para hacerlo con éxito:
–Gestión de números y kpis. Es el mayor de los puntos débiles de un veterinario, pero que afortunadamente con buena formación, se puede ir aprendiendo. La importancia no radica en los números en si mismos, sino en lo que hay detrás de ellos, ya que es ahí donde vamos a encontrar los puntos para trabajar en la buena dirección. Serían las neuronas motoras, donde el responsable de un centro es capaz de detectar puntos de mejora y decir al equipo por dónde deben de ir. Conocimiento.
–Procedimientos y cumplimiento de una buena medicina. Es el punto fuerte de alguien que ha estado trabajando en una clínica veterinaria. Esto es algo que es muy difícil de realizar por alguien que no tenga la experiencia suficiente en el trabajo clínico. Son las neuronas moduladoras, y ayudan a que todo el trabajo se realice de la forma correcta. Experiencia.
–Comunicación con los equipos. La más importante y donde hay que mostrarse como un buen comunicador con mucha empatía y liderazgo. Serían las neuronas sensoriales, y esta diría que se tienen o no se tienen, dando igual que seas veterinario o no, o realices mas o menos formaciones. Va muy ligado al carácter de cada uno. Personalidad.
No soy partidario de buscar extremos, ni de juzgar si es mejor que un puesto intermedio sea para un veterinario con mas o menos experiencia, mas o menos clínico, o incluso veterinario, ATV o ninguna de las dos. Simplemente debemos de considerar estas tres habilidades y ser conscientes de la importancia de cada una de ellas.